Two Lane Blacktop (Monte Hellman, 1971)

Road movie, que de algún modo viene a clausurar (o en todo caso denostar) lo que 'Easy Rider' había inaugurado, eso de que la vida se encontraba en la carretera. Relato preciso, austero, que no se detiene en detalles ni explicaciones y toma el pulso a los protagonistas, los músicos James Taylor y Dennis Wilson (Beach Boys) devenidos actores para esta apuesta cinematográfica de resultados contundentes e incómodos. El vacío es aquí protagonista, representado en las formas y comportamientos hoscos de los actores que recorren los caminos profundos de Estados Unidos en una carrera que solo encontrará su final también en manos del destino. Si en 'Easy Rider' el enemigo era externo, aquí el factor será interno, en un viaje frenético hacia un lugar donde el propio cine tendrá la imposibilidad de representar.

Reencuadres: Hey Sally!

En 'Lynch (One) (NN, 2007)', el documental que acompaña un tiempo al realizador David Lynch durante los preparativos del film 'Inland Empire', hay una escena que muestra cómo Lynch construye un espacio, una atmósfera y una historia allí donde no hay nada, literalmente. El trabajo de pre-producción de la película lo llevó a Lynch a recorrer infinitas fábricas abandonadas en Polonia, suponemos que el director tiene una particular atracción por este tipo de lugares y espacios vacíos, como puede apreciarse ya en su primer film 'Eraserhead', donde el protagonista se mueve en ese paisaje industrial desértico. En la escena en cuestión de este documental, Lynch, junto a un técnico de sonido arriban a un salón enorme en una fábrica abandonada, el lugar está vacío, aunque la vista se ve interrumpida por innumerables columnas que abarrotan el espacio. Entendemos que Lynch quiere probar la acústica del lugar, pero lo que supone una mera prueba rutinaria se transforma en un momento mágico, cargado de esas atmósferas lyncheanas, que producen un extrañamiento y genera con su voz un universo personal y misterioso, como nos tiene acostumbrados. Lynch grita hacia una mujer imaginaria que se encuentra en algún lugar del salón vacío: Hey Sally! Hey Sally! You remember me? Como es de suponer Sally no le contesta y lo que vuelve a Lynch es el eco de sus propias palabras, cargadas de desilusión. Por un momento Sally es corporizada por la voz de Lynch, entrevemos el tiempo pasado entre ellos, la distancia meta-física que los separa, en un reencuentro improbable. Es un instante único, de esos que suele captar el cine documental, que habla del proceso creador de un artista único. Hey Sally!

Photographic Memory (Ross McElwee, 2011)

La memoria es la materia de este  film de McElwee, donde el realizador, esta vez expande los límites de su obesión territorial de filmar el sur, para trasladarse a Francia luego de casi 30 años. Allí buscará a un mentor fotográfico que le dio trabajo como fotógrafo social, a una novia y desde esa distancia espacial con su hogar en los Estados Unidos, construye un relato que tiende hilos a través de skipe con su hijo, quien ya es un adolescente que va tras los pasos de su padre como realizador pero con los intereses propios de su edad. Los reencuentros con las personas que conoció en Francia hablan de la fragilidad de los recuerdos y de la potencia que tiene la fotografía y el cine a la hora de fijar y capturar un momento eterno. Primer película rodada en formato digital por Mc Elwee.

El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)

En un pueblo perdido de la España de la guerra civil, llega un día como otros un cine ambulante que proyecta 'Frankestein'. Ana y su hermana mayor asisten a la función y lo que verán allí las acompañará durante el tiempo que la cámara se queda con ellas, propiciando fantasías infantiles donde lo real es puesto en discusión. Un maqui herido, se esconde en una macía abandonada y Ana comprende de pronto que el extraño de la película ahora está frente a ella, y precisa su ayuda. Relato bellísimo y triste a la vez, como todas las películas de Erice.

M (Fritz Lang, 1931)

Peter Lorre encarna a M. un sádico asesino de niños, antes de instalarse en Estados Unidos y convertirse en la cara del malo por excelencia en innumerables films de cine negro. Lang se adelanta a su época proponiendo un impresionante artillería de movimientos de cámara y encuadres insospechados para la época, logrando un relato lleno de suspenso y emotividad. El punto alto de la película son la aparición del mundo del delito como punto de control del asesino, quien al aterrorizar a la población comenzaba a afectar sus "negocios". La interpretación de Lorre a lo largo de toda la película, sobre todo en el juicio sumario que le hacen los ladrones, es sublime, uno de los puntos más altos de su carrera.