Let's Get Lost (Bruce Weber, 1988)

Jugando con el título del último álbum de Chet Baker, el realizador retrata al músico durante la grabación del disco, perdido y encontrado en distintas situaciones que denotan el cansancio de un hombre que malgastó e hizo abuso de su talento, en pos de una idea del arte como fin en sí mismo. Utopía a los que pocos artistas son capaces de entregarse con cuerpo y alma, a costa de encenderse y dejar cenizas como rastros de una obra que se erige por encima del autor. A lo largo de 40 años Chet se dedicó a componer y ser parte de la renovación del jazz, encontrando su propio sonido detrás de la trompeta y del micrófono, con su particular y susurrante voz. Encantador, seductor, autodestructivo, inhasible, facetas que va descubriendo Weber a partir de sus ex parejas, amigos y fans. Con una elegancia y un pulso admirable, este cuasi rockumental se levanta como testamento final de Baker.